Aprendiendo a disfrutar
Sobre aprender a vivir despacio, encontrar tu propio equilibrio y disfrutar la vida.
Desde hace un tiempo el sentido de mi vida ha sido escribir. Sobre cualquier cosa y sobre nada. Mientras creces permites que ciertas cosas sean las que te definan, en un sentido de encontrarle sentido a tus decisiones. La escritura, la psicología, la lucha constante por mis sueños, mi imaginación, disciplina, eran cosas que había dejado que me definiera durante tanto tiempo, pero, ¿qué pasa cuando un día pasas por experiencias que hacen que le cambie el sentido por completo? ¿de dónde inicias de nuevo?
A veces recuerdo cuando era adolescente. Lo constante que era en actividades y metas que para mí tenían sentido, simplemente no tenía que pensarlo mucho y entonces, lo hacía. Luego me mudé y la vida adulta pegó sin aviso, impuestos, facturas de luz, trabajo, estudios, y así, mis actividades ya no eran un gusto, sino un refugio de mi vida cotidiana, y mis metas, ya no eran las mismas ¿cómo encontrar balance entre lo que tienes que hacer y lo que quieres hacer en tu vida diaria?
Una de las partes más difíciles de crecer es saber cómo seguir cumpliendo con las responsabilidades que tienes, sin dejar de vivir y gozar la vida, ¿acaso las responsabilidades deben ser sinónimo de sufrimiento? ¿o es posible hacernos una vida en la que podamos gozar siendo responsables?
Hace unos meses vivía para cumplir con todas las responsabilidades, los ‘’tengo que’’, que, cuando llegaba el tiempo de detenerme un momento, y disfrutar de las experiencias que estaban sucediendo, ya no sabía cómo hacerlo; tenía una sensación constante de que debería estar haciendo algo más, algo más ‘’productivo’’. Al mismo tiempo, a la hora de trabajar, me invade esta sensación de que las cosas que estoy haciendo, debería hacerlas más rápido, incluso cuando ya no hay ninguna fuerza externa con la que sienta la obligación de hacerlas a esa velocidad, aún así se mantiene algo dentro de mí que me dice que ‘’debemos hacer las cosas con prisa’’, y es entonces que, cuando llega la hora de vivir con calma y lentitud, no sé cómo hacerlo y sin darme cuenta, ya me siento agobiada.
Desde el verano del año pasado, me he librado a mí misma de cualquier responsabilidad, para mí, se sentía como un nuevo comienzo. Seguía teniendo mi responsabilidad principal, que es, mi trabajo, pero mis estudios, asuntos legales que ya estaban resueltos en relación a mi estancia en España, e incluso los ‘’tengo que’’ que invaden mi mente diariamente, ya no estaban, y ya no estaban porque había decidido que ya no estuvieran, sentía que ya era momento de preguntarme si las razones por las que estaba agobiada… ¿eran por problemas que estaban presentes en ese momento o me estaba contando una historia que ya no era la mía? en pocas palabras, ¿había razones para seguir viviendo tan deprisa o podía darme la oportunidad de parar un momento?
Así, empecé a salir más, profundizar algunas relaciones que estaban en mi vida desde hace un tiempo, y hacer amigos que hacen que cambies el sentido desde el donde haces las cosas que haces. No todo tiene que ser un problema, y si hay un problema, hay una solución. Que para poder avanzar, hay que vivir hoy, y para vivir hoy, es necesario avanzar. Y que, incluso cuando hay alguien o algo allá afuera intentando presionarte para vivir más deprisa, puedes elegir parar un segundo, reorganizar prioridades y seguir hacia adelante.
Aprender a vivir es una de las experiencias más emocionantes, agobiantes, increíbles, retadoras y ordinariamente extraordinarias que existen, y aún así, podemos gozarlas siempre que, en ocasiones, nos detengamos un momento, observemos lo que está pasando ahora, veamos los recursos que tenemos para llevar los retos que están al frente y actuemos. A veces, ocurren cosas que hacen que reorganicemos nuestras prioridades, nuestras metas, nuestros sueños. Está bien ser metódica, productiva, disciplinada, y también está bien dejar espacio para fluir, y dejarse llevar por la vida y todo lo que tiene para darte, ambas cosas permiten que la otra exista y viceversa.
Saber distinguir de ambos momentos, saber cuando solo es momento de trabajar duro y cuando es momento de dejarse llevar es lo que hace tan retador el acto de crecer, pero, a la vez, es lo que hace de la experiencia de vivir, una que en verdad valga la pena.
Gracias por leer.
Con amor,
-gracia